UNA LENTA DESPEDIDA
En este día de San José quisiera rendir un homenaje a los padres, los idos y sobre todo los que aun están entre nosotros.
La muerte, dicen, es una evento radical, sin grados. Un día estás vivo, otro no. En un minuto. En un segundo. En un milisegundo, fino filo.
Sin embargo, vengo observando que no es así. Salvo en casos de accidentes sorpresa, muchas veces podemos asistir a la lenta decrepitud de nuestros progenitores.
Solemos acomodarnos en ese tiempo indefinido de los achaques, del envejecimiento. La ceguera, la sordera, la dificultad para caminar, para respirar.
Primero es el bastón, luego el andador, luego la silla de ruedas.
El alma hija va despidiéndose en cada visita, constatando que el árbol va perdiendo hojas, que se queda cada vez más frágil, más desnudo. Que llega el invierno de la vida.
Y en algún momento la memoria también va quedando desvaída. Primero la reciente. Luego ya, paulatinamente no recuerdan nuestra infancia, los detalles. Morimos con ellos, un poco. Mueren las imágenes mentales.
Sus cuerpos se van quedando apegados a los placeres mínimos: comer, dormir... como bebés que van ovillándose de nuevo.
Un día ya no se levantan. Desde el lecho nos anuncian que ya no se alzarán. Nos lo dice su progresiva aceptación. Su dejar de ir al baño, de comer, de beber. Las funciones vitales se van reduciendo.
Nos lo dice su mirada, a veces perdida, a veces brillante, anticipo de otras luces que no son de este mundo.
Unos luchan más en esta fase, se resisten a irse, o no los dejamos.
La conciencia es la última puerta. Ida ella, el desenlace es irreversible.
Por eso en este soleado día, si aun uno de tus progenitores está vivo ve y abrázalo, háblale, tómale de la mano, siente su mejilla, su respiración, oye su voz, contempla su caminar, su rostro, su mirada. Pon la cabeza en su pecho y escucha su corazón.
Pacifícate con tus sentimientos hacia ellos, que no quede nada en el tintero por decir, por compartir, por contar, por perdonar. Vacíate.
Que no se vaya sin que le hayas dado lo mejor de ti en cada instante. Cada vez que le veas, despídete. Porque nunca sabemos cuándo será la última vez. Que no se te haga tarde, porque no regresan. Hazlo hoy.
Amar solo se conjuga en presente.
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