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FLOR DE LAS AGUAS

FLOR DE LAS AGUAS

Hay unas flores escarchadas de dulzor inmarcesible que solo conoce el que ha velado por ellas. Hay en la noche un perfume que solo capta el sentido espiritual, el único vigía despierto a maitines.

Con el primer fulgor en el horizonte llueven gotas de Gracia para el alma. Todos los días son santos si consagrados. Bendito el que es encontrado insomne, porque conocerá misericordia.

El maná delicado se deposita en los pétalos aflorando como caricia, intercambio materno entre el calor exudado de la tierra y la humedad celeste. Las vírgenes recolectan estas rosas con sus dedos inmaculados. Las alzan a sus rostros, aspiran el aroma, vierten sus cálices en sus labios. Comulgan su pureza, que no es de este mundo.

Toda aurora trae estos tesoros en su halda; si te dejas cobijar mimosa bajo su amparo el calor de su manto restaurará tu alma con alimento verdadero. En la hojas verdes está también escrito un código de amor del Creador. Feliz el que desentraña sus claves. Feliz aquel sabio, -guerrero, astrónomo, mago o científico-, que se aproxima al misterio por ley de similitud: su reverencia humilde despierta la compasión divina y su prosternación lo hace digno de adquirir saberes.

!Ah, dichoso tesoro! Ni todas mis palabras, ni todos mis silencios bastan para contarte. Ni toda mi alma y ser para cantarte. Hazme eterno, cantor, rey mago y ángel. Ofrenda de alabanza, de sacrificio y gozo. Oro, incienso y mirra; santos, vírgenes, mártires. Perfumes a tus pies, Niño Jesús.

Llegamos a Roma. Amanece.

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