New York, Om (bligo) universal
Solemos ser miopes a lo cercano, y diez meses en Washington me cegaban a NYC. Pero he despertado, la he visto aún con el maquillaje de la noche pasada corroído en sus mejillas, vestida de antracita y espejo y me he enamorado de sus calles arrastradas, de su sensual suciedad, de sus dedos de niña con esmalte roto, y su belleza de virgen imposible. Así se nos revela el amor, cercano y obtuso, íntimo e inexpugnable, espada en la roca. Largamente ignorado se sienta plácidamente a nuestra vera, mirándonos con displicencia como uno de esos pequeños putti cupidinosos. La Gran Manzana tiene un gran gusano, que aprovecha para devorarte tan pronto quedas boquiabierto ante sus majestuosos rascacielos o tratas de atentar con un primer mordisco a sus bienes preciados. La mezcla de inocencia y perversión es sencillamente irresistible.
En dos fines de semana en NYC he tenido la oportunidad de verificar su espiral delirante y verme entrometida en todo tipo de eventos al gusto de mi paladar que ni osaba imaginar: sincronías, el estreno en Staten Island del film La profecía Celestina de James Redfield (con autógrafo!), tormentas eléctricas en un cielo de gris amarillento, la alucinante exposición www.cosm.org... Gotham me dio ostras y vino blanco, trance y misticismos, geometría sagrada y alquimia de la poesía, mantras y vibraciones, amago de tatuaje, raíces irlandesas e italianas, desfile portorriqueño. Las vidrieras prerrafaelitas de Grace Church, el tiramisú de la bakery italiana en East Village, la silueta en la bruma de Miss Liberty, las fotografías imposibles, danzas en la oscuridad, un paraguas para compartir y un long ride home. La elegancia de la cena de la Sociedad Psicoanalista, un nudo de corbata en mi pañuelo o ese gourmet cafe en Kew Gardens, que hace honor a su nombre, Bliss.
Todavía con un temblor en los labios mordidos, coz' I am still so high... que seáis bendecidos, Amén.
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ANA -