PROSTITUCIÓN Y CARIDAD
Qué grande es nuestro Señor que no se indignaba de estar cerca de prostitutas, aunque muchos fariseos lo juzgaban y decían en sus corazones...si supiera quién es esa..., porque ellos sabian quién era ella, y el ladrón cree que todos son de su condición.
Pero si ellos conocían a la mujer prostituta quizá por compartir sus vicios y debilidades, Jesús se acerca a ella y le da, como buen médico, lo que le falta, en su misma raíz, que es la dignidad humana.
Quiero ver el día en que todos los usuarios de la prostitucion irán a ellas no para abusar y darle un precio irrisorio a su humillación física y moral, haciéndose cómplices del crimen contra el propio cuerpo y el ajeno, sino para darles una conversación humana, consuelo, abrazos fraternos, ayuda específica en sus vidas para salir de ese bache en que quizá muchas de ellas ni saben que se encuentran.
Ámalas con tu alma y no con tu cuerpo, envileciéndote a ti mismo. Demuestra que dentro de tu carne aun vive un espíritu que lucha por ser mejor, que no eres esclavo de las apetencias de tu cuerpo, sino su señor. Domínate. Toma la mano de la doncella caída y levántala a tu misma altura, mírala a los ojos con respeto profundo, como un hermano y un padre.
Que digan de ti también, muchó pecó porque mucho amó. Que como a María Magdalena el Señor te saque del pozo y te haga discípula predilecta a la que da su mayor noticia, su Resurreción.
Si eres luz, lleva tu luz de alegría a esas mujeres. No vayas a ellas para extraer placer de vivir. Busca en ti el verdadero placer de vivir: la caridad.
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