CEMENTERIOS BIODEGRADABLES, BOSQUES RENOVABLES
A mi casa le ha salido un árbol en el segundo piso.
Cuando la gente pasa por la puerta del edificio miran hacia arriba con miedo de que el balcón se caiga por exceso de eso. Algunos, como niños ante altares sagrados, elevan los ojos con reverencia y temor fundado.
Charlando con mi amiga Elisa sobre Hunderwasser me ha venido esta idea: si enterramos a las personas a medio metro del suelo y con ataúdes biodegradables, ello nutriría a los árboles facilitando el proceso de decomposición. Claro, están todos esos que se preocupan de dieta, de cremas para la piel, de manicura, etc. Y están los que ya saben que el cuerpo es apenas una funda pasajera. Muy digna, sí, pues fuimos hechos a imagen y semejanza del Creador, pero cuidado, no se identifiquen con la materia, o estarán mirando el dedo que señala la luna en vez de ver la luna...
La tierra vuelve a la tierra, el agua al agua... y el aire, y el fuego? Acaso no se nos insufló espíritu, que es vida? acaso no era inerte aquel pedazo de barro del que salieron dos costillas, antes de ser soplado? Ay, centella divina, hálito esencial, quien podrá entenderte en este envoltorio mortal preso a las tres dimensiones!
Si de mí depende, quisiera que mi cuerpo descanse a pelo en la tierra, como mucho envuelto en hojas de árbol. Quisiera que se degrade a su propio ritmo, que gusanos, moscas, insectos y larvas, hongos se nutran de él y lo transformen en vida, en humus palpitante; que ascienda al sol de nuevo convertido en simiente, brote, tallo, un día árbol.
Que mi voz silenciosa persiga a las mariposas y extienda mis ramas en hojas, flores y frutos, y que un día, una mano infantil me arranque manzanas y las devore con placer, aún calientes. Acaso entonces pueda decir con verdad que estoy en comunión.
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alvaro -