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Aliwen

TODAS LAS AGUAS, UNA AGUA

TODAS LAS AGUAS, UNA AGUA

Temprano me encamino al manantial. Por la vereda sombría respiro la humedad, en antesala al templo sin paredes. Un casual transeúnte me da un buen día. Le susurro a mi hijo que hemos de entrar a estos santuarios con reverencia y respeto.

Sentados en la orilla, dejamos que los rayos que atraviesan el follaje nos alcancen. El fanal de luz parece trasmitirnos códigos de saber en sus cortinas translúcidas.

En brazos le acerco a la fuente. En la corriente flotan media docena de rosas rojas, blancas y amarillas. Pienso que alguien ha hecho una ofrenda a algún dios menor. En silencio contemplo como perfuman y embellecen las aguas, y entiendo que han sido arrojadas allí en secreto agradecimiento, para que, como todas las aguas son una, curen a las aguas de Japón del desastre nuclear que las asola.

Adolescente entendí este misterio en brazos del primer amor. A él, que moraba lejos, mi ser accedía a través de las aguas cuando les pedía que le llevaran mi mensaje apasionado. Cuando los elementos son tratados con respeto divino, muestran su halo de superior esencia.

Así en esta mañana clara lloro por las aguas que no regresarán, lloro con la Madre universal por la pureza pervertida, por la infancia asesinada y clamo, sin abrir los labios, perdón.

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