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SAGRADO PUERPERIO

SAGRADO PUERPERIO

"El día que todo nacimiento sea respetado, renacerá un mundo sin violencia"

El misterio de los 40 días que hebreos aplicaban tras el parto, y que en Oriente llega a 100 días o un año, va más Allá de los rituales religiosos. Este período marca de manera definitiva los principales rasgos afectivos del nuevo ser (madre e hijo) posibilitando mudanzas sociales. Acaso por eso haya sido uno de los primeros derechos en ser sustraído en honor del trabajo, de la masculinización de la mujer, de su pérdida de poder sobre la vida, su gran don.isa preservar las energías del cuerpo que ha gestado un ser durante nueve meses, para garantizar su recuperación y que pueda amamantar con salud y alegría, factores que junto a muchos otros, son pasados a través de la leche.

Este período de “retiro” es necesario no sólo para recuperar las reservas de sangre (la anemia puede llevar hasta seis meses para volver a un estado equilibrado), sino para que la madre pueda lidiar con las bruscas mudanzas hormonales y la adaptación a una nueva realidad. Desengañémonos: si queremos que el mundo cambie, hemos de empezar por respetarnos a nosotros mismos, buscar la paz dentro de sí y no fuera.

Quien nunca tuvo hijos no conoce lo delicado de esta fase, y se autoinvita a visitar desoyendo las precauciones serias: el bebé no ha formado aún sus sistema inmunológico, y por más que queramos darle nuestra bienvenida y amor, tal vez lo más adecuado sea traer sus ofrendas como los pastores y los Reyes Magos, y no dar besuqueos y traer virus y bacterias que para nosotros son habituales pero para un bebé y una madre fragilizada tras el parto pueden resultar fatales. No basta con lavarse las manos, hablamos cerca del rostro del bebé, y millones de bacterias pasan por el aire para sus pulmones. ¿Vale la pena arriesgar sólo por nuestra ansiedad egoísta?¿o podemos esperar que la sabia naturaleza marque el momento adecuado en que ese ser estará fuerte para recibirnos? La paciencia de los amigos y familiares es virtud muy agradecida y valorada.

 

Se conocen desde hace décadas las consecuencias nefastas de la separación de la madre sobre el comportamiento y la salud de un individuo. Mason y Berkson vieron más tarde que los efectos negativos de la separación podían reducirse si los animales del experimento recibían un sucedáneo de madre: una estructura móvil de plástico con un recubrimiento similar a una piel. El movimiento resultó ser muy importante porque si la madre adoptiva no se movía, tampoco había efecto positivo. Este detalle llevó a Prescott a determinar que el balanceo

materno ?que comienza cuando la cría está en el útero? tiene una acción fundamental en el correcto desarrollo del cerebelo. Esta región controla la producción de dos neurotransmisores (noradrenalina y dopamina). Ambos, directamente relacionados con la hiperactividad, la adicción y la agresividad.

A continuación, Prescott quiso ver qué ocurre en humanos, y lo hizo estudiando las costumbres

originales relativas al contacto madre-hijo de 49 tribus de todo el mundo. Tal como había predicho, los grupos poco afectivos con sus niños, y con muy poco contacto piel a piel, presentaron altos niveles de violencia en la edad adulta. Sin embargo, la agresividad era casi nula entre los pueblos que mantienen un contacto muy estrecho con sus hijos.

La ecuación contraria es igualmente válida. En un entorno de afecto, contacto y amor se activan los circuitos neuronales de la serotonina, un neurotransmisor del bienestar. Dicho de un modo simple, el cerebro registra las experiencias vitales en forma de códigos químicos que crean algo así como un ambiente neuronal específico para cada individuo. Cada vez que interaccionamos con una persona nueva lo hacemos desde ese escenario cerebral que condiciona totalmente nuestra forma de percibir el entorno y la respuesta ante él.

Casi 10 años después, un estudio del King’s College (Londres) que siguió a más de 400 hombres desde su nacimiento hasta la edad adulta demostró que la presencia del gen no era suficiente para que una persona fuera agresiva. El interruptor de la violencia estaba en el exterior. Las personas que tenían el gen defectuoso y que sufrieron falta de atención o abandono emocional durante la infancia se convirtieron en adultos agresivos. Sin embargo, aquellos que también portaban una MAO poco activa, pero que vivieron en un entorno afectivo, escaparon a la predisposición genética.

Las semillas de la paz están en nuestras manos.

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