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Rosa Mística

Rosa Mística

La explosión delas flores. Hoy se acerca el inicio de la primavera austral. El aire se carga de promesas de lluvias y las flores más atrevidas se asoman perfumadas a curiosear si las nubes anuncian buenas nuevas. Tras el cristal, un colibrí viene a salpicar sus alas con el agua del aspersor. Los geranios han estallado hoy sus primeros pétalos carmesíes, cuatro rosas rojas amenazan con despuntar. Todo se multiplica en la Madre Naturaleza hacia la Belleza y la Armonía. Contemplando tan dichoso tesoro uno se avergüenza de no estar a la altura espiritual de un mundo tan bien avenido, sin quejidos, sin llantos, sin reclamos, sin malentendidos, sin necesidades perentorias que no dejan vivir…

Quién es el Ser Superior ahora que todo calla y sólo se oye el rumor del viento y de las hojas secas. Quién está en el Trono ahora que las aves rompen el bramido del silencio con sus gorjeos alegres y sus vuelos ligeros, despreocupados…

Inundada de luna llena mi alma recorre los parajes bien conocidos y persiste en la resurrección y el perdón. Eterna, femenina hasta la célula más íntima, la piedad recorre mis venas con su largo vestido de caricias, y pido a la Madre Divina un consuelo, ahora que ni voz me queda para oraciones, ahora que mi corazón es un solo grito con el universo en llamas. Y un bálsamo dorado parece descender desde mi frente por mi pecho, hasta mi corazón batiente. Vagabunda del pasado, errática en una escena que ya no me pertenece, exijo mi lugar, pues hasta las piedras poseen un contorno de tierra sobre el que reposar. Clamo por mi lugar y mi misión. Dar, dar, dar, dar alegría, dar amor, perdonar, se me responde. Nada más, siempre eternamente…no hubo otras reglas, sólo esas dos simples: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Todo canta alégrate… y entonces los pies que se arrastran quieren bailar, aunque la música suene tan lejana.

El sol se despide soberano y las nubes bajan en un gris tierno, casi cálido, con la tarde.Calma. De repente el Aliento Divino desciende del Cielo y toda su Fuerza remueve los cimientos de lo que me rodea, las ramas comienzan a bailar anticipando el milagro, los pájaros huyen a sus nidos, y el soplo fresco de una muy esperada voz arrasa las falsas llamas que me mantenían aterida y atada, segando con una hoz finísima las cuerdas que me estaban reteniendo. El cielo del atardecer se abre al oeste con una luz blanca y las tierras gimen estremecidas ante la vecindad de la tormenta.

De puntillas un tiptap se aproxima sigiloso.

Se hace el silencio de nuevo.

Llega la hora de la oración.

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