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TIEMPO DE RENOVACIÓN

TIEMPO DE RENOVACIÓN

DEL APOCALIPSIS Apoc. 3,1-6.14-22.

"El que es el Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las obras de Dios, afirma: 
"Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 
Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. 
Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. 
Por eso, te aconsejo: cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. 
Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! 
Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. 
Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono". 
El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

 

El final le llega a cada uno a su hora. No esperes que lleguen las grandes señales, porque quizá tu fin esté más próximo. No te adormezcas en la embriaguez de tus riquezas ni te acomodes en tu bienestar. Permanece alerta e íntegro, sin decaer, porque nadie sabe el día ni la hora. Nadie.

¿Cuál es el oro que podemos comprar para ser ricos a ojos de Dios?: la caridad, las buenas obras, el reino de los cielos llevado a los pobres cuando los tratamos como hermanos, el vaso de agua dado al sediento en nombre de Jesús, la misericordia activa. Ese es el oro que en el cielo nos precede y se acumula sin ladrón que pueda robarlo.

¿Cuáles son los vestidos blancos? ¿Acaso puede un hombre nacer de nuevo? El bautismo es la vestidura primigenia del alma, renovada en cada acto de fe, mantenida en la frecuencia de los Sacramentos: la Confesión/Penitencia para renovarnos, absolvernos, animarnos a levantar tras cada caída, la Eucaristía para fortalecernos.

¿Y el colirio que unja nuestros ojos y nos haga recobrar la vista? Somos ciegos y no vemos el estado de nuestra alma. Vestimos con ropas ricas el cuerpo y olvidamos vestir el alma de lo que podrá llevarla a la eternidad. ¿Qué agua lavará esta mirada teñida de juicio, prejuicio, crítica, miedo? ¿Qué colirio milagroso podrá devolvernos la inocencia, la visión clara? Creo que solo la oración, la mirada vuelta hacia sí mismo y hacia lo alto, puede lavar nuestra soberbia y devolvernos, si no la pureza, al menos humildad suficiente para no enaltecernos en el confronto con el prójimo. Porque al mirarme despacio descubriré mis imperfecciones. Porque al contemplar el cielo recordaré mi tamaño. Viendo clara la viga en mi ojo, podré perdonar con facilidad la paja en el ojo ajeno. Quien perdona con facilidad mantiene el corazón joven, abierto, flexible, vivo. Los ojos son el espejo del alma, de nuestro corazón.

El Amado está a la puerta, es la Puerta. Está en cada ser humano con el que me cruzo. Está en el latir que me anima. Limpia tu oído también para poder oír Su voz, pues habla bajo y requiere que acerquemos la cabeza, como para oír a un niño, que nos abajemos de nuestros pensamientos y corrientes mentales del ego, para escuchar la sabia voz del corazón.

Feliz el que es corregido, porque es amado sin medida. Ay de aquellos tibios que ya tendrán su recompensa, que no son reprendidos para poder despertar y mejorarse, ay de aquellos que permanecerán como piedras, sin arrepentirse.

Mira el regalo que nos ofrece: cenaremos juntos y nos sentará en Su Trono. No solo estaremos en Su mesa, sino que Él será el alimento. No estaremos en una silla a Su lado, sino que nos cederá Su propia cabecera. ¿Hay amor mayor?

¡Reanima tu fervor y arrepiéntete!

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